Esta es una de esas entradas que probablemente no lea mucha gente. Pero me apetecía mucho hacerla.
Hace unos años, no tantos, yo no quería ser madre. Las razones que esgrimía por aquel entonces, para mi yo de hoy no tienen mucho sentido. Pero entonces sí lo tenían, tenían una fuerza brutal.
Había dos razones importantes, la primera simplemente era algo por lo que seguro pasaréis muchos. Para mí los niños pequeños y sobre todo los bebés eran como alienígenas, como seres frágiles de gelatina que podían resbalarse entre las manos. Yo no tenía ni hermanos, ni primos, ni sobrinos pequeños. Tenía algunos amigos con bebés pero muy pocos, y a esos bebés no les veía demasiado. Además, mi yo niña estaba muy lejana, era como si en la adolescencia hubiera habido un corte brutal por mis experiencias personales y no recordaba como era ser una niña pequeña (sí recordaba mi infancia, con mucho cariño, por cierto, pero solo era capaz de pensar con la mente de un adulto y era incapaz de sentirme en el pellejo de esos años). Esta falta de costumbre con esos «adorables retoños» (que yo veía algo así como seres un tanto molestos que no paraban de llorar, cagar, comer y bueno, me hacían gracia a ratos) me hacía sudar cuando me ofrecían coger a un bebé. Si habéis visto la serie «Como conocí a vuestra madre», me sentía completamente identificada con Robin Scherbatsky, en como no quería coger a los bebés ni para atrás. Yo creo que pensaba que se me iban a deshacer entre las manos o algo así.
Y mira que por mi profesión de fisioterapeuta neurológica he manejado pacientes adultos bien curpulentos que apenas podían moverse, y les he sentado y puesto de pie y a caminar. Pues esto para mí era más difícil.
Respecto a los niños pequeños, eran esos enanitos ruidosos y que no paraban de moverse, con los que mis recursos sociales como adulto no servían. Que me dejaban clavada y sin capacidad de réplica con sus contestaciones (y me siguen dejando clavada muchas veces, jeje). Que me agotaban con su energía desbordante en 5 minutos (Bueno, puede que ahora el señor J. me agote en 10 minutos, pero algo de resistencia física he ganado). Que me hacían pensar ¿Por qué a ese niño no le educan/ponen el chupete/la tablet… y se queda quietecito un rato? (qué imbécil que era).
La otra razón era más personal. Tenía (y puede que algo de miedo me quede) mucho miedo de repetir patrones de comportamiento de mi familia. Tenía miedo de que mis hijos sufrieran porque a su madre le pasara algo grave. Ahora me es muy fácil decir que eso era absurdo. Ni yo soy mi madre, ni mi hijo soy yo. Se repetirán cosas. Pero muchas no. Y aunque se repitan las mismas situaciones uno no tiene porque actuar de la misma manera que en el pasado. Pero a pesar de todo y aunque yo lo negaba en redondo, en el fondo (no demasiado en el fondo) me veía formando una familia.
Pero entonces llegó el señor D.
Y lo sentí casi instantaneamente, era la persona, y llegaría el momento. No era presión social ni nada por el estilo. Era lo que era, el instinto maternal entrando como un huracán, ¿pero de verdad, esa cosa existe? pues para mí, sí. Daba verguenza reconocerlo, pero aunque los niños seguían siendo alienígenas para mí, quería ser madre.
Y llego el señor J. fácilmente (aunque luego la maternidad no haya sido para nada fácil). Y cambió todo como un tornado. Y aún agotada y cabreada muchas veces, repetiría sin dudarlo. La verdad, que aunque no pare de leer blogs, libros y mil cosas sobre educación y pedagogía (porque ahora mismo me encanta), para estar con niños no necesitas mucho, dejarte de tópicos y desinhibir un poco tu cerebro para que salga tu niño interior. Muchos piensan que para estar con niños hay que estar haciendo el ganso todo el día. Si eres así genial, pero muchas veces los peques están mejor con gente más tranquila. Seas como seas encontrarás la manera de acercarte a ellos, si te apetece.
Sin embargo, no me arrepiento para nada de mi periodo antiniños. Me lo pasé pipa disfrutando de ese momento, y hay muchas cosas que hice que con un hijo son difíciles (no digo imposible). Así hoy, puedo reirme mucho pensando en como actuaba con los enanos.
La conclusión a la que quiero llegar con esto, es que escoja lo que uno escoja en su vida está bien (no tener hijos o tener 20). Y que uno tiene distintos momentos y etapas en la vida. Y quizás ahora no, pero quizás sí te apetezca más adelante, no te fustigues si no lo tienes claro, pero no lo hagas sin tenerlo claro. Tampoco te fustigues si los bebés te resultan alienígenas de gelatina, yo era así, y ahora soy mamá convencida.
¿Y tú? ¿Siempre has tenido claro que querías ser mamá o papá algún día? ¿Crees que sigue existiendo tanta presión social como se presupone? ¿Para ti existe el instinto maternal?
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Pienso q esta cambiando la mentalidad, antes tenías q casarte y tener hijos do no eras un bichos raro,ahora hay muchas formas de vida. Todo vale mientras seas feliz…. Madres solteras,niňos que tienen dos papas o dos mamás,parejas que son padres a los 40y picó…..en fin pienso q tener un hijo debe ser maravilloso xo no la única meta.
Tu última frase lo resume todo, un abrazo Irene.
Hola! Me ha encantado!
Yo siempre tuve ese instinto y esas ganas (quería ser madre súper joven, a los 26)… pero llegaron más tarde y mientras he hecho muchas cosas que, ahora mismo, ya no puedo o no las veo prioritarias (viajes a sitios exóticos y peligrosos, más peligroso que la maternidad no puede ser; bailar hasta que el cuerpo no pueda más…mmmm espera, eso lo hago pero escuchando frozen o cualquier otra canción infantil). No me arrepiento de nada! He disfrutado mi vida sin hijos y con ellos! Besos!!
Es así, la vida tiene sus fases.Aunque muchos no siempre quisimos ser papás y ahora nos encanta.Gracias por comentar.