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Volveré a escribiros cuando ya no estemos muertos

Volveré a escribiros cuando ya no estemos muertos,
porque hoy he decidido que somos absurdos.

Ciega tras los cristales,
dieciséis veces perdida entre cuatro paredes,
sobre cuatro ruedas.
Exponencialmente perdida y desorientada
en manzanas cuadradas.
Tremendamente pesada sobre una nube de estímulos.

Certera en soberbia y estupidez
de saber que sólo yo lo sé entre mis destinatarios.
Cercena la tinta, proyecta el papel,
el pasado que yo también quise ser.
Yo también quise ser potencia de florituras sin contenido,
también fui peregrina de fatuas nadas,
experta en finales abiertos y en carencia de principios.
¡Ay, amigo! si te sales del camino,
todo es suerte o chispas, cortocircuitos o locura,
me cansé de explicar y ya sólo vivo.
Huelo la estela de tu polvo y podredumbre,
y sólo quiero dejar de escuchar tus «bienintencionaduras»,
y dejar de leer lo bien que no escribes,
y viviré mi suerte o mi locura,
lo que prefieras.
Porque según tú no tengo nada, o lo perderé,
y no nos echaremos de menos.
Me marcho con lo puesto,
mi abrigo de los mejores abrazos,
ganas de aprender lo que quiera,
ganas de perder el tiempo con ángeles de un año.
Si hay sueño, manta de suaves caricias,
Si hay hambre, dos candidatos para comer a besos.

P.D: Recuerdos de Lázaro.

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