Escribo, porque me lo pide el cuerpo,
y no transijo que me digas
que no sirve para nada,
me permites hacerlo creyendo
que es tan útil como
rascarse el trasero,
locuaz es la ignorancia
de tu cara póquer.
Y ya no sé como engancharte,
esto es mejor que un café en la mañana.
¿Sabes que soy capaz de bucear
por los ríos de mi alma?
Zambullirme o flotar,
hundirme hasta la asfixia
y respirar.
Salir y mirarme desde la sima
más lejana,
desconectada si así lo quiero
o entrar y sanarme
o sólo observar.
Puedo, puedo, puedo
usar palabras repetidas
porque quiero
o combinarlas en un tímido tintineo,
o hacerlas GRANDES o
diluir l a s a l a t a r d e c e r.
Me han curado,
me han hecho llorar, reir y sentir,
han vibrado dentro,
han aparecido como musas antes de dormir.
Por eso escribo,
porque plasmo la emoción con la palabra,
maravilloso sortilegio a emoción inmortal.
Escribo, porque me lo pide el cuerpo,
porque de ese cuerpo llega
al infinito.