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Fast poetry

La comida, la ropa, incluso los muebles, y poco a poco llegó a la novela y a lo que hoy me importa, la poesía.

Esta es una reflexión para hacer reflexionar a los pocos que nos pueda importar que la antigua poesía (puede que) haya muerto. No es un poema, más bien un breve epitafio para honrar a los grandes.

También para acordarme de esa conversación que tuve con mi hermana y que tanta razón llevaba.

Sí, yo también como hamburguesas con gusto, pero entiendo la diferencia en la calidad que lleva la elaboración de los platos de un buen restaurante, o de un guiso hecho a fuego lento por una buena ama de casa. Y esos sabores quedan para siempre, y los de la hamburguesa sacian (más bien se engullen) y se marchan rápido e igual de rápido quieres ir a por más.

Sí, puede que aún no entendáis el símil con la poesía, pero ahí está.

En esta sociedad de hiperestimulación principalmente visual, hay poco espacio para las letras. Y normalmente los pocos espacios están saturados por otras cosas que poco tienen que ver con la poesía.

Sí, es genial buscar nuevos formatos, versos en paredes, en suelos, en azucarillos, en latas, en, en, en ¿retretes?. Combinar poesía con otras disciplinas como la música, el dibujo o la fotografía. Pero ya me he cansado de leer decenas de «poemas» de dos versos de alguna metáfora ingeniosa con maravillosas tipografías «hand lettering» y que todo el mundo piense que es la única poesía posible. Es algo bonito y que sacia con rapidez e igual de rápido se olvidan. Pero está lejos de los grandes.

Sí, yo también escribo (y leo) hamburguesas, a veces por experimentar y me gusta, a veces porque alguien me lo muestra, e incluso a veces porque sé que es lo que la gente lee. Desgraciadamente no soy capaz de escribir «poemas michelín» ni sustanciosos cocidos «poemarios». El problema no es ese, el problema es que cada vez cueste más leerlos y encontrarlos. Es la sensación de que todo el mundo escribe igual. De que todo el mundo es escritor sin decir nada aunque de forma muy bonita.

Puedo entender que a muchos no les guste la poesía. Pero simplemente estoy harta de que ya pocos sean capaces de leerse diez versos seguidos sin aburrirse, de que nadie entienda la calidad (aunque tardes en digerirlos) de algunos versos como los escritos por grandes como Borges (es sólo un ejemplo).

¿Estamos perdiendo nuestra capacidad de sintetizar, de relacionar, de evocar, de emocionarnos con la poesía?

Así es como creo que la poesía de consumo rápido, aún teniendo su función, está matando a la poesía.

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