La vela
Sólo una vez apagué la mecha,
en la brecha que inició
colmaron en mi seno dolor y pena.
Punzando aquí en el pecho
como un sable,
el lecho herido sangró abundante.
Supe, que la incertidumbre
de la tintineante luz
era esperanza en la noche,
en la urbe oscura
a la que confluyen las horas.
Juré nunca más apagar las dudas
que nos llevan lejos,
de silencios absolutos,
de caminos certeros de vacío.
(Paz)
Ahora solo tengo
un retal de luz en el espacio,
que despacio se desliza
al reencuentro de un rostro
extrañado de esbozar sonrisas.
Por no esforzarte entornas la vista
entregándote a esa onírica riqueza.
A pereza no hay quien gane
en la pelea entre la responsabilidad
y unas sábanas.
…Me quedo con la calma
tras lamer otra lágrima salada…
Tatuándose el calor en el cuerpo,
sabores tiernos de mediodías de estíos,
recuerdos de infancia perdidos
de inocencia y sencillez por alimento.
En detrimento de la hipocresía,
de la rutina que siempre espera
tras este transcurrir lento,
aprieto orgullosa las manos
en torno a caricias de atemporales sueños.
…y si me dejas seguir mirándote,
te duermo con cuentos de fuegos cálidos,
susurros suaves y sus siguientes silencios.
(Locura)
Hubo un tiempo en que no fui la duda
que subyace por cada evidencia,
un tiempo en que no fui emergencia,
paso incauto y desequilibrado
jaleado por las prisas de la andadura.
Hubo un tiempo en que no fui risa incontrolada,
o dentellada de ira en tus pasiones,
cuando el eco del ansía crecía
al querer destruirlo todo a golpes.
Hubo un tiempo en que no fui lo que no meditaste,
ese estado de ensoñación gestante
previo a las mejores ideas,
o aliento entrecortado tras la carrera.
No fui ese brillo escondido
por cada palabra que ocultaste,
ruinas de fragmentos que negaste
bajo el estigma del miedo.
No fui la lágrima por los sentimientos dormidos.
Acciones iniciadas por impulsos,
la seguridad sin argumentos.
Hubo un tiempo en que creí en razones y motivos,
cuyos límites la cordura me ha erigido.
Ahora encarnada en la locura,
logré saber que lo ilógico
sorteador esquivo de coherencia,
esconde muchas veces más sentido.
Cántico para aquel (Esperanza)
Para aquel que entre cielo y tierra
se embaucó en la tormenta
embebido y empapado con la lluvia,
perdiéndose en la niebla,
tejiendo y enmarañándose en la red.
Aquel que gritó a la nada,
y susurrando a la cadencia del tornado
cayó al abismo
y del vacío supo volar.
Dichoso aquel que sintió.
Para aquel que giró con y contra el mundo,
y si el péndulo se mueve
él con sus fragmentos seguirá.
Aquel que soñó loco y cuerdo,
tanto y tan lejos,
y en las mañanas de esfuerzo,
tras la almohada, luchó.
Aquel de cuyas quemadas cenizas,
sus únicas cicatrices
serán el ardor de sus ideales,
la hoguera incombustible de su esperanza
y la luz que de su ser emergerá.
Dichoso aquel que vivió.